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dijous, 24 de desembre del 2015

Lo siento, perdóname, te quiero, gracias.

Cuando tenía once años, iba a quinto de EGB. El regalo navideño para las familias que hicimos en el colegio fue decorar unas servilletas con el nombre de cada una de las personas con las que íbamos a pasar el día de Navidad. Recuerdo que cogí cinco y que la tilde de "Àvia" me causó algún que otro problema con los rotuladores, para exasperación de la Srta.Conchita, que como siempre, me llamó chapucera.

Tanto disgusto tenía, que estuve a punto de llevar a casa cuatro servilletas en lugar de cinco e inventar alguna excusa para justificar la falta de la quinta. Al final la llevé a regañadientes, y sinceramente no recuerdo que mi abuela pusiera ninguna pega a esa tilde mal puesta y repasada varias veces, al contrario: creo que se la llevó a su casa como recuerdo. Tampoco me suena que nadie le comprara ningún regalo ese año.

Hace cinco días me senté frente a una mujer que fue buena amiga de mi abuela. María me explicó tantas cosas fabulosas de ella y que la hacen tan especial, que hoy siento muchísimo no haberla honrado y apreciado (sino al contrario) durante todos estos años. El tipo de estructura familiar en la que he crecido me hizo creer  a pies juntillas una historia en la que ella era una bruja mala, muy mala. La bruja a la que sólo le importaba su ombligo y sus joyas y chimpún.

Hoy me retracto de haber dicho tantas veces que vengo de una estirpe de mujeres que abandonan a sus hijos. Eso es una mentira que a fuerza de repetir llegué a asumirla como verdad absoluta.

Procedo de una estirpe de mujeres a las que la sociedad patriarcal y los hombres machistas y maltratadores han alejado de sus hijos.  Esto sí es cierto, y es una de las grandes verdades que me regala 2015, un año que se cierra habiendo abierto muchas veces el velo entre mundos para que yo vea a través de él. Y mi abuela era una bruja, sí, una bruja de verdad, que tenía dos ovarios enormes y que pudiendo vivir de manera muy acomodada económicamente, pero infeliz, se fue a Barcelona a coser fajas a medida porque por delante de todo puso su independencia, su coraje, y su deseo de vivir el amor.

Una vela ahora brilla por ella en mi altar. Y no digo "esté donde esté", porque sé donde está. Cuando hago viajes chamánicos siempre la encuentro en el primer nivel del mundo de arriba. Es joven y bella, como en la foto, está sentada sonriente y de vez en cuando la pillo cosiendo.

Mira, abuela, aunque de niña me decías que yo era muy descuidada para hacer labores hoy me he acordado de que te llevaste la servilleta igualmente, aunque estuviera fatal hecha. Ahora tengo 35 años y me gusta coser como a ti.

Lo siento.
Perdóname.
Te quiero.
Gracias.



dimecres, 16 de desembre del 2015

Ubi sunt?


Hoy es el aniversario de mi primer legrado. El primer aborto es más crudo, el que te deja del revés, el que te quita la inocencia para siempre, el zaska, en toda la boca.

No cuento aniversarios, no fijo fechas, celebro poco, pero el 16 de diciembre es de esos días que no pasan desapercibidos cada año; si miro el calendario lo recuerdo, si lo recuerdo me apena. Si no miro el calendario, estoy bien. Aún tengo la ecografía en la que le vi flotando, sin latido, como un pequeño pececillo muerto; no la busco en mi carpeta de esas cosas, pero si por casualidad la miro, me apena. Si no la veo, estoy bien.

Comento muy poco sobre mis pérdidas de embarazo, no porque como muchísimas personas sienta el tema como tabú, sino por el desconsuelo que trae tomar conciencia de la poca empatía general que existe socialmente alrededor de la muerte prenatal y perinatal.

Hoy prefiero, pues, encender una velita de té por él (era un niño); con un poco de suerte su alma ya anda encarnada en este mundo.

Ojalá nos encontremos, original persona pequeñita. <3

Original persona pequeñita
que al contrario de todos
no has nacido.
Vívete niño vívete
que viene el Coco
y se lleva a los niños
que viven poco.
Late un momento rey
-la madre dice-
deja que me dé tiempo
a que te bautice.
Te iba a poner Tomás,
y ya te vas.
¿Para qué habrás venido
sin más ni más?
¡Qué frío tienes hijo
sin un temblor,
creo que dentro estabas
mucho mejor!
-en el lago de llanto
de tu madre
jugabas en la orilla...-
¡Que el demonio se lleve
tu canastilla!

-Tiene ojos de listo,
es un pequeño sabio,
-y otra vecina dijo:
de buena se ha librado.
Pequeño criminal
dulce adversario
-sin nacer ni morir
a tu madre has matado-,
mientras tú,
mi niño diferente
ni blanco ni negro
mientras tú
échate un sueño largo
mi niño azul.


Gloria Fuertes,
"Obras incompletas", Ed. Cátedra


(Mañana será 17 de diciembre. Todo estará bien.)



diumenge, 6 de desembre del 2015

Propósitos y caminos

Mi existencia ha dado un giro sorprendente desde que empezó 2015. Un giro que llevaba años esperando de forma (no nos engañemos) pasiva, y que he visto materializado sólo cuando he sido activa y he estado preparada para asumir las consecuencias de esos cambios.

Ayer encontré una de esas listas de propósitos que una hace el día 1 de enero y me di cuenta de que por primera vez he cumplido algunos de esos deseos, pero sin apenas darme cuenta de que lo hacía: más bien como algo que debía suceder. En aquél papel cuadriculado decía, por ejemplo, que deseaba enfocar mi vida profesional en la ayuda a otros y dejar de enriquecer a los ricos. El pensamiento entonces era difuso y no tenía ni idea del sector al que podía dirigirme. Estaba perdida. Al cabo de unos meses, la vida me dio la oportunidad de empezar los estudios de Integración Social. Las oportunidades aparecen cuando uno menos lo espera, y se sienten como casualidades aunque no lo sean; en este caso a través de un link que publicó Txus en una red social de su trabajo.

El pasado 6 de noviembre me despidieron del empleo que aborrecía y me hacía terriblemente infeliz desde hacía 9 años (hasta el punto de afectar mi salud psíquica y física). Tras la marea de Samhain había rogado a la Diosa y también estuve visualizando todos los días al cartero trayendo un burofax con la noticia, y ocurrió. Se lo debo a Ataecina, pero también a todo el trabajo previo que tanta incomodidad me trajo a todos los niveles.

El 1 de enero pedí encontrar mi verdadero camino espiritual, y al cabo de unos meses llegó. La espiritualidad de la Diosa es un regalo, y el camino sacerdotal facilitado por Mariam Carcel de Nai Terra es duro e intenso, lleno de baches y dificultades, pero precioso. Ya siento que voy recordando lo que mi alma ya sabía, pues ésta no es la primera vida en la que he elegido este camino.

Otro de los propósitos era formarme. Formarme en aquello que realmente me gustara, porque el éxito sólo es posible cuando se aprende con el corazón. Chamanismo llegó a mi vida y ya no ha salido, ni creo que salga de ella. Lo digo con convencimiento. Creo que te das cuenta de ello cuando un día te levantas por la mañana y tomas conciencia de que tu vida está indisolublemente ligada a tu relación con los espíritus. Entonces mágicamente el tambor te habla -con palabras- cuando lo tocas, percibes cambios sutiles en el ambiente, te sorprendes viajando antes de ir a dormir y saludas al espíritu de tu abuela como si de algo de lo más cotidiano se tratara.

Hace dos o tres años yo creía ser alguien totalmente cerrado a estos mundos. Podríamos decir que no los había descubierto, pero me gusta pensar que simplemente los había olvidado. Un completo tratamiento de reiki unitario (facilitado por Txus García) y un mágico retiro de yoga me ayudaron a desbloquearme y abrirme a esta maravillosa realidad.

En fin, aquí me tenéis. Sobre todo los que hace años me vísteis en condiciones deplorables. Podéis mirar ahora. Guiada por el amor, enfocando mi vida profesional en una senda más altruista, andando el camino para llegar a ser Sacerdotisa de la Diosa, con mi tambor y mis espíritus de ayuda dispuestos a echar una mano a quien lo necesite, aprendiendo de las plantas.

Luz y Amor para todas.


dimecres, 21 d’octubre del 2015

Tambores


Desde el principio hubo tambores
que marcaban el ritmo del mundo:
El sonoro oleaje incesante en la playa;
las cuatro estaciones, sucediéndose una a otra;
cuando llegan las aves, cuando se van,
 el oso que pasa hibernando su sueño invernal.

Insondable el porqué, pero todo en el momento exacto.
Observa el latido del corazón en tu muñeca,
el redoble preciso del tambor de la vida;
si pierde el ritmo, enfermas.

 JIMALEE BURTON (Cherokee),1974

dimarts, 15 de setembre del 2015

1992, o cuándo tomé conciencia de que la vida no termina con la muerte

Llegó 1992, con sus Juegos Olímpicos, sus voluntarios, su barandilla oxidada del Paseo Marítimo de la Barceloneta pintada el día antes del pistoletazo, Freddie Mercury y Montserrat Caballé, mi abuela convaleciente de la operación número siete u ocho, y todo el bochorno del verano. Idas y venidas al pueblo, de mis padres solos, de mis padres conmigo, ver a tíos/as a los que no había visto más de dos o tres veces en mi vida, pellizcos en los mofletes, "está alta y gordita la niña" y demás.

Unos meses antes, mi abuela me había dado un colgante de plata bastante grande simplemente porque no le cabía en un joyero en el que se emperraba en guardarlo junto a otros objetos similares. Sólo me dijo que era de plata y aguamarinas y que me iba a quedar bien.
Nunca le he dado mayor importacia a tener esta joya, pero lo cierto es que me ha acompañado durante varias mudanzas sin ser algo a lo que haya prestado demasiada atención ni haya tenido demasiado interés en conservar, así que al final lo he tomado como amuleto y ahora me gusta la idea.

Colgante de plata y aguamarinas
que me gusta conservar como amuleto.
En fin, yo acababa de cumplir los doce años, y no me enteraba ni quería enterarme de lo que se estaba cociendo, hasta que tuve una conversación con mi padre en el coche, un Seat 127 lleno de humo de Ducados (mi padre sigue aprovechando lo de ir en coche para soltar cosas incómodas, así se asegura de que el receptor no huya. En todos estos años sólo ha cambiado de marca del tabaco).  En ese rato que recuerdo nítidamente me dijo más o menos que aquella era la última vez que iba a ver a mi abuela. Le contesté algo así como que de acuerdo, y sé que no me pareció muy trascendente la cosa, al fin y al cabo lleva mucho tiempo enferma, pensé, y todos nos moriremos tarde o temprano.

Llegó el momento y pasadas un par de semanas, no más, una noche cualquiera estando en duermevela la vi sentada a mi lado. Me acabé de despertar del todo y me quedé patidifusa. Tenía unos 20 años menos que cuando murió, el pelo largo y negro y me miraba serena y feliz. Se acercó para tocarme e instintivamente me tapé con las sábanas de manera brusca y cerré los ojos muy fuerte, hasta oír los latidos de mi corazón asustado. No dormí en toda la noche.

Tapándome e ignorando lo visto sólo conseguí no saber qué trataba de decirme, pero supe en ese momento que la vida no termina con la muerte, y no creo que haya enseñanza más trascendente que esa. Sobre todo cuando eres una cría que todavía juega (secretamente) con muñecas. ;)

dimarts, 8 de setembre del 2015

Origen: eje sobre el que sustentar el camino.

Me gusta pensar que todos podemos extraer algún punto de luz de nuestra primera infancia, por cruda, infeliz o anodina que haya sido. En mi caso, en apariencia tiraría un poco a anodina si la analizáramos sin prestar demasiada atención a los detalles: niña normal -entre sobreprotegida, por accidentada a los 4 años, e ignorada, por presencia de absorbente hermano pequeño- que pasaba las mañanas en el colegio del barrio y las tardes en el almacén de la corsetería de su abuela. ¡Un momento! ¿Una niña en un almacén oscuro y húmedo, lleno de cajas y algún que otro ratón? Ah, sí: en los años 80 las madres no tenían tantos miramientos ni eran tan Montessori como ahora, bastante fue que me pusieran una mesa de camping ahí dentro para poder hacer los deberes (gracias, mamá).

Logo "moderno" de la corsetería de mi abuela,
1963-1992
En la trastienda de la corsetería vi y escuché historias de muchos colores. Eran tiempos de hablar, mucho y sin saber, las vecinas; de el género dentro por la calor, de ropa interior blanca, negra o beis (luego llegó el color vino burdeos, que era tan extremado), de permanecer en el tiempo las mismas tiendas y las mismas dependientas, y ver nacer a los hijos, ir a las comuniones, enseñar álbumes de fotos luego, y demás acontecimientos infumables.

Dentro del ir y venir general de señoras, siempre me llamó la atención una pequeña tienda de ropa de bebé que había justo enfrente, que con el tiempo se transformó en un consultorio de Tarot.
Aquello era, como poco, emocionante y fantástico, con esa puerta tapada con papeles siempre cerrada, velas polvorientas en el escaparate y un cartel hecho a boli en el que se leía "TAROT". Un mundo misterioso para mí, que debía tener 6 o 7 años y me pasaba la tarde aburrida, espiando en los probadores a señoras de enormes pechos dignos de matronas romanas.

La señora María, la del Tarot, me daba algún donut de vez en cuando, pero nunca vi sus cartas, o eso creo. Interrogada mi abuela sobre el asunto, creo que lo único que conseguí fue que me enseñara un mazo de Marsella y me hiciera emparejar las cartas: El Carro y la Estrella, El Emperador y la Emperatriz... esto lo he recordado hace muy poco tiempo, abriéndose para mí un sinfín de interrogantes como ¿por qué ella tenía un mazo, y cuándo me lo enseñó y me explicó todo aquello? No recuerdo prácticamente nada, y dado el hermetismo familiar general, es posible que no llegue a tener nunca las respuestas.

Crecí, en fin, y se terminó lo de estar encerrada en el almacén. Jugaba a la rayuela y desaparecía por el barrio como el resto de niñas, para desesperación de mi padre. El interés por el local misterioso del Tarot se fue diluyendo, por inaccesible y prohibido, y pese a que de vez en cuando veía espíritus en casa -a los que no hacía mucho caso-, no fue hasta los doce años cuando supe que si uno los ve, es porque tienen algo que decirle. Y que desoírlos no tiene sentido, porque terminan comunicando su mensaje de una forma u otra.

Exactamente AQUÍ jugaba con mis amigas.